Crujientes y con un toque especial, estos canutillos son muy sencillos de hacer y al mismo tiempo muy ricos, así que animaros con la receta que no os vais a arrepentir. Y por cierto, cuando los tengáis horneados y aun estén templados comeros unos y vais a ver… una autentica delicia.
INGREDIENTES.
• 4 hojas de pasta filo de las rectangulares.
• 150 gr. de nueces
• 8 dátiles sin hueso
• 3 cucharaditas de las de café de canela molida
• Dos cucharadas de mantequilla
• 200 gr. de azúcar
MODO DE HACERLO:
Es muy importante que compréis la pasta filo cuando vayáis a utilizarla, pues de esta manera se trabaja muy bien con ella, en cambio si la tenéis de varios días, aunque no esté caducada, se trabaja peor. Si no encontráis la pasta filo cuadrada y la compráis redonda, lo primero que tendréis que hacer es formar con ella un rectángulo.
Poner la mantequilla en un cazo al fuego para que se funda, pero con cuidado de que no se queme. Reservar. Picar muy menuditas las nueces y los dátales, colocar en un cuenco e incorporar la canela mezclando todo ello bien. Reservar. Poner una hoja de pasta filo sobre una superficie plana (si queréis podéis trabajar sobre una hoja de papel sulfurizado), y con la ayuda de un pincel untáis de mantequilla la mitad de la hoja de pasta:
Poner una hilera del picadito que hemos preparado sobre un lado, pero no en el extremo de la hoja la pasta:
Enrollar sobre si misma formando un rulo. A la vez que lo hacemos vamos apretando con los dedos para que el relleno se pegue a la pasta filo:
Apretar el canutillo bien y cortarlo en 4 trozos:
Proceder de igual forma con el resto de las hojas de pasta. Colocar un papel sulfurizado sobre la bandeja del horno y depositar sobre él los canutillos. Precalentar el horno a 180º e introducir en el la bandeja durante aproximadamente 15 o 20 minutos dando la vuelta a los rollitos a la mitad del tiempo. La pasta filo es muy delicada, por lo que es conveniente que miréis el horno de vez en cuando para que os queden dorados pero no quemados. Cuando estén dorados sacarlos y dejarlos enfriar.
Moler el azúcar para convertirlo en azúcar glas y una vez templados los rollitos, con la ayuda de un colador espolvorearlos con el azúcar glas.
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